Amor helado

 Capítulo 1: El cobertizo.


Hubo un tiempo, hace mucho, claro, en el que yo podía sonreír sin que nadie me mirase raro ni se extrañase. Había momentos, momentos de mi infancia en los que yo era realmente feliz. No cabía duda del brillo de mis ojos, de la esperanza que se leía en mi rostro y delataba mi inocencia. Mentira, mentira por supuesto. Pero era una niña tonta de once años. Ya a mis dieciséis recién cumplidos no puedo permitirme bobadas infantiles. Porque soy la única que puede parar todo esto. Mi nombre es Laia, y soy una desgraciada. Me crié en un pequeño pueblo en las costas de la nevada Alaska, por eso estoy tan acostumbrada a la nieve y al frío que no hay nada que me caracterice más que mi tez pálida y mi pelo rubio, largo y ondulado. Mis amigas dicen que soy muy atractiva, pero yo no las creo. Pienso que un pelo bonito y unos ojos azules no son rasgos de belleza. Pienso pues, que la belleza no existe, que es una leyenda urbana o algo así. Porque ¿Quién es perfecto en este mundo? Somos gente, que nace, vive locamente y paga el precio de la vida, morir. Fin de la discusión. 

 Tampoco soy creyente de la idea del amor, quizá sólo sea porque aún no lo he sentido. Pero en realidad pienso que no existe, además no me gusta. Besar, quererse, mimarse, besos de esquimal... ¡Puaj! ¡Me parece repulsivo! Y tanto, el año pasado, Mark, el bobo de la clase que se caracteriza por una fea cicatriz en un pómulo (al parecer, cuando era pequeño se cortó con un cuchillo la mejilla para llamar la atención de sus padres) me dijo que le gustaba. Yo le dí una patada en las costillas a modo de respuesta. Quizá fui demasiado dura, pero me ponía de los nervios, estaba todo el día pegado a mí como una asquerosa babosa. 

 Otro rasgo típico de mí es que odio todo lo que tenga que ver con nuestro internado. El internado Grey Lion tan horrible como una vida en la cárcel. Corrijo: estar allí ES una vida en la cárcel, o al menos hasta que cumplas los dieciocho y te largues. Cosa que todos desean hacer. Llevo aquí toda mi vida, mi padre está de verdad en la cárcel por asesinato. Se cargó al parecer a un peatón mientras él conducía borracho. Yo iba en el coche. Pero no me acuerdo de ello, era un simple bebé huérfano de madre, que murió al darme a luz. La pérdida fue desastrosa para mi padre, que no puedo evitar entrar al mundo de las drogas y el alcohol. Ni siquiera sé como puedo estar aún viva, habiendo estado mis dos primeros años de vida con él. 


 Así que aquí estoy yo, en el internado más feo del mundo. Dicen que cada vez que haces algo malo te castigan pasando la noche en un feo cobertizo al exterior, sin nada que te resguarde del frío nocturno. Yo no sé si creerlo, pues nunca me he pasado de la raya, claro que tengo ganas de desatarme y liarla, pero no me voy a arriesgar. Por eso en lugar de llorar, sonreía y era feliz. Pero lo hacía bajo una máscara, claro. Mi mascara de niña ñoña.

 Antes he mencionado a mis amigas, mis amigas son bastante importantes para mí, mucho, las quiero un montón. Pero la verdadera persona importante en mi vida es sólo una. Mi amigo Josh. Josh es... peculiar. Alto, pelo cobrizo, ojos de un verde esmeralda intenso... Atractivo. Lo sé por cómo suspiran todas las chicas cuando pasa por delante de ella. Se ve. Yo también pienso que es guapísimo y no cabe duda que puede conquistar a cualquier chica que se le empeñe. Pero por el momento dice que nada de novias. Que está feliz siendo mi amigo.  Claro que no puedo evitar darle un doble sentido a eso. La primera razón es por qué teniendo en cuenta lo unidos que estamos no creo que tenga en cuenta a las demás. Lo segundo, me siento celosa; no esa clase de celos, es por qué hay chicas increíbles en el internado Grey Lion y yo no soy despampanante que digamos, además no se suele encontrar un amigo como Josh facilmente.

 Sin embargo, por muy tranquila y ``buena´´ que yo sea, hoy no he podido aguantarlo más. Chillarle al profesor de historia... despotricar contra la organización y el régimen del internado... decir que es una... (seguido de la dulce palabra que no se escuchaba desde hacía tiempo en las paredes del feo edificio de piedra)... Simplemente he perdido el control de mi temperamento. Simplemente. Y claro, me he ganado mi primer castigo extremo. Toda condena tiene su tiempo, en mi caso, dos noches en el cobertizo. En mi opinión se han pasado y han abusado de su autoridad, pues como mucho me hubiese ganado un par de horas en plena madrugada a la helada luna. Pero ningún profesor, ni el director, ni siquiera el conserje, olvidarán lo que he dicho hoy sobre su arrogancia. En ese caso, la que se ha pasado he sido yo. Diciendo verdades, claro. Pero verdades peligrosas en boca de una chica de dieciséis años. 

 Cuando se lo he dicho a Josh en el comedor él me ha sonreído juguetón y me ha contestado:

 -Chica mala...

 -No sé que quieres decirme Josh -le he contestado- tu ya has estado tres veces allí. ¿Es muy duro?

 Josh, no tan bueno como parece, ya ha probado el cobertizo. La primera vez que lo hizo fue con tan sólo doce años de edad. Era un crío protestón de doce años que se la cargó por pelearse con otro niño. La segunda no la recuerdo bien, Josh nunca me habla de ello, pero se rumorea que cuando tenía quince, una profesora le pilló liándose con una chica, yo no sé que pensar.


Y la tercera... Ocurrió hace apenas dos semanas.

 Era sábado, sin clases, pero todos encerrados en sus habitaciones. Parecía un sábado normal pero no lo era precisamente. Era el cumpleaños de Josh, cumplía diecisiete. Y ese día... digamos que dejo volar su imaginación. Subió al desván acompañado por un montón de alumnos más, entre ellos yo. ÉL quería hacer una especie de fiesta. ¡Robo comida del comedor y todo! He de admitir que estaba resultando muy divertida, hasta que el ruido alertó a los adultos, cuando le pillaron, lo castigaron una semana entera. Ayer terminó su condena. Aunque salió destruido del cobertizo, fue pero que las anteriores veces, no sólo porque era una semana entera de sufrimiento, sino porque a pleno invierno es muchísimo peor.

 -¿Quieres que me provoque un castigo para estar contigo? - la pregunta me coje desprevenida, pues estaba absorta en mis pensamientos.

 -No, Josh. No lo hagas - leo sus ojos sabiendo que es muy capaz. Y veo que vuelve a sonreír maliciosamente. Conozco esa mirada.- ¡Oh, por favor! Josh, prometeme que no lo harás. ¿Me lo prometes?


 El chico hace una mueca antes de contestar.

 -Está bien Laia, pero ten en cuenta que se te caerán los dedos si no tienes con quién abrigarte... 

 -Con mi chaqueta- esbozo una ancha sonrisa.


 La tarde pasa demasiado deprisa. Tanto, que no me había dado tiempo a pensar como iba a sobrevir aquella noche. Me esperaba lo peor. Una noche de tortura. Aunque le resté importancia al pensar que Josh, había podido con ello. Así que yo también podría. El conserje, un hombre viejo de sesenta y muchos años llama a mi puerta cuando el reloj dan las nueve. Es la hora, así que recojo lo que me da tiempo: mi chaqueta de forro polar y dos viejas mantas para arroparme. ÉL pone mala cara, porque técnicamente no me puedo llevar gran cosa. Pero él es el menos inhumano de toda la institución del internado, así que no objeta nada. Sólo me mete en el cuarto y cierra la puerta con llave.

 El lugar es feo, estrecho y huele a moho. Asquerosamente insoportable. En una esquina hay productos de limpieza. Aunque parece que hace siglos que no se usa. También hay dos sofás pobretones de un feo color verde apagado sin cojines ni nada cómodo. No hay luz, aunque descubro un viejo candelabro lleno de polvo y lo enciendo. Me sorprende ver que tengo compañía. En uno de los dos sofás hay un chico tumbado.

 -Hola. -me saluda el joven de ojos azules.

 -Hola.


- ¿Y tú que has echo?

 - Sólo... insultar. Despotricar contra el internado.

 -Buena chica - dice sonriendo pícaro.

 Y yo, por primera vez en años, sonrío de nuevo. 




Capítulo 2: Noche sin sentido.




Se llama Benny, Benny Weir. Chico castaño, medio corto, medio largo. Ojos azules, no el mismo azul de los míos. El suyo es... completamente intenso, como el mar. El mío es algo más claro, helador, recuerda al frío, al hielo. Inquietantes, agua en calma. Sí, esas palabras se acercan bastante. Es algo musculoso, cosa que quizá me ha removido algo por dentro, quizá alguna hormona se haya salido de su sitio, pero no lo afirmaré hasta saberlo con precisión. Es alto, lo sé porque el sofá es demasiado estrecho para su estatura, también podría ser una comparación. El sofá mugriento sería como una asquerosa cucaracha y Benny como una mariposa que acaba de salir de la crisálida. Me mira. Le miro. No decimos nada, hasta que él mete un tema de conversación.


 -Bonitos ojos.


 -Gracias - no puedo evitar sonrojarme - Tus ojos también lo son.


 Y de nuevo silencio.


 Este silencio es insoportable, así que no veo otra opción que intentar pegar ojo, me tumbo el el sofá libre y cierro con fuerza los ojos. De nada sirve. Me es imposible dormir. Pasa una hora. Dos. Tres silenciosas horas y la temperatura desciende en picado. Comienzo a tiritar y me hecho una manta encima, sigo teniendo frío. Mucho. Pero la otra manta se la he dejado a Benny, sino, morirá congelado. Aunque puede hacerlo de todos modos. Oigo su castañeo de dientes, y también el mío. Es horrible. No lo esperaba tan mal. Creía que no sería tan frío. Pero es peor de lo que me imaginaba.


 - ¿Quieres que nos acurruquemos? -abro los ojos de golpe y le echo una mirada asesina. Odio el amor y todo lo que tenga que ver con ello. Lo diré una y mil veces. Y no me cansaré de repetirlo. - Me refiero para entrar en calor.


 - Mmm... - me quedo pensativa. Al fin y al cabo no significará nada.  Me levanto y me tumbo cerca de él. Puedo oler su aliento a menta y oír los latidos frenéticos de su corazón, él también pasa frío. Por suerte, aunque estos incómodos sofás son cortitos, son lo suficientemente anchos para dos personas. Extiendo mi manta sobre nosotros y me recuesto. Mucho mejor. Muchísimo mejor.


 - No puedo dormir. -me comenta él a la media hora.


 -Yo tampoco - le confieso.


 La situación es bastante incómoda tanto para mí como para él. Porque alguien con sentido de la razón sería lo bastante listo para saber que sólo estaría en esa postura por pura y real supervivencia. Pero yo no estoy en mis cabales. Lo que yo pienso es que estamos demasiado cerca. Demasiado. Ya no tengo tanto frío, ni tirito, pero me está volviendo loca la forma en la que estamos tumbados. Es decir, él me está pasando sus fuertes brazos por encima. Y yo también le abrazo a él. Pero por mucho que me moleste no me aparto. ¿Por qué? <<¿Qué narices te pasa, Laia?>> Voy a decir por fin algo pero no un nudo en la garganta al comprobar algo raro... Entonces me doy cuenta. No odio el amor en sí. Lo que sentía era puramente miedo a lo desconocido. Claro que sí. Como yo nunca lo había sentido... No, no me aparto. No me alejo.


 Cuando amanece, el sol se cuela por las rendijas de la madera de las paredes del cobertizo. Ha sido una mala noche y a la vez bastante acogedora. A pesar de eso no he pegado ojo. Entonces desde aquí oímos la sirena despertador que activan todos los días  la misma hora, las 7.00 de la mañana. Así que nos levantamos los dos a la vez, al parecer él tampoco ha podido dormir. No me extraña. No ha sido una noche muy buena para ninguno. Había mucha tensión, empiezo a sospechar que esa tensión se debe a algo... algo no muy bueno... me da muy mala espina...


 Tampoco son fáciles las palabras de despida, pues no me voy a ir siendo una maleducada sin decir por lo menos adiós.
  
 -Oye, ¿Esta noche estarás aquí? -le pregunto inocentemente, aunque me interesa bastante que estuviese junto a mí. 

 -Sí, estaré. ¿Tú también?


 -Sí.

 Ese incómodo silencio. El mismo silencio fúnebre de ayer que un giro de llave y el conserje tras la puerta logra romper. Salgo primera yo, seguida de Benny y cada uno se va a su habitación.

 Por el pasillo me encuentro a Josh, que me pregunta con la mirada cómo me ha ido. Yo prefiero no hablar, no tengo las palabras exactas la verdad. Además ver de nuevo a mi mejor amigo me provoca un escalofrío por dentro.  Noto la presencia de Benny aún en mi cuerpo, en un fuerte abrazo nocturno y me mareo. Oigo palabras en mi cabeza, esas palabras alegres que siempre me dice con su sonrisa juguetona y me vuelvo a marear. Entro en mi habitación. Cierro la puerta con fuerza y me tumbo boca arriba en mi cama.

 -¿Qué narices te pasa, Laia? - me pregunto sin obtener respuesta.

 Capítulo 3: Juego



 Camino distraída hacia clase de Historia con pasos torpes, a la velocidad de una tortuga. Oyendo las palabras de Josh, pero sin escucharlas. Respondiendo simplemente con un sí, un no, un bien o un mal. No hay más que decir, no hay más que yo pueda decir. Entonces me hace una pregunta algo incómoda:


 -¿Y qué tal tu compañero de cobertizo?


 .Emm... - murmuro pensativa- Llegamos tarde, camina.


 Ha sonado demasiado borde, o eso me ha perecido, sinceramente le he contestado mal y se le nota en el rostro.


 -Lo siento Josh, no quería... Ha sido una tontería... Quiero decir que no ha estado mal - empiezo a liarme con las palabras y a titubear sin sentido hasta que respiro profundamente y le digo:- Bien, ha estado bien.


 -Por lo que parecía, os habéis echo muy amigos...


 Pero, ¿qué está insinuando? Le miro perpleja, incrédula. Con la mima cara que puso él cuando le castigaron por primera vez en el cobertizo. Esa misma cara que se pone en momentos en los que te cuesta tragar las palabras que ha dicho el emisor del mensaje. Vuelvo a coger aire profundamente por la nariz y lo expulso fuertemente por la boca, así tres veces. Josh se aclara la garganta, esperando todavía mi respuesta.


 -¿Qué quieres decir? -pregunto cuando soy capaz de hablar.


 -Nada, vamos.


 No pongo objecciones. Sólo le sigo hasta clase y nos sentamos en nuestras mesas, sin hablarnos, sin mirarnos. Sólo soy consciente de algo: Josh no confía en mí, o eso, o está celoso. ¿Celoso? ``Venga Laia, no seas tonta, ¿cómo va a estar celoso? es tu amigo, nada más, y chicas hay muchas más, así que no corres la suerte de gustarle. Por favor Laia, empieza a pensar con claridad.´´ Y repito el pensamiento, una y otra vez, hasta que me calmo lo suficiente, tan suficiente como para quedarme dormida.


 -¡¡LAIA!! -chilla la regordeta profesora de Historia con la ira que la caracteriza. Antes de que pueda darlme cuenta, me cruza la cara con la regla métrica. Dolorida y humillada, me levanto enfurecida y, sin importarme el cobertizo, el castigo, y el peligro de mis actos, salgo de un portazo de la clase.
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 -¿Te pegó? - pregunta Benny con los ojos como platos cuando le cuento porque estoy de nuevo en el cobertizo.


 -Sí, ¿aún tengo la marca del reglazo en la mejilla? -le pregunto acercándome.


 -Un poco- se encoje de hombros - Lo bueno es que cuando cumplas los dieciocho y te largues de aquí la podrás denunciar. No me puedo creer que lo hiciese...


 -Ya la conoces - digo acariciando mi pómulo y sintiendo aún el golpe - ¿A qué te refieres con denunciarla? ¡La policía no me hará ni caso! ¡Y no la van a meter en la cárcel por esta tontería!


 -¡Pues deberían! Ella no tiene derecho a hacerte daño - me mira a los ojos con sus profundos ojos mar. Y le encuentro doble sentido a sus palabras. Quisiera congelar el tiempo en esos momentos, dejar que nos fundiesemos mirandono el uno al otro, eternamente, intensamente. Sin palabras, no hace falta hablar, sólo mirar. Esa es la regla del juego. Por un momento parece un verdadero torneo. Quien aparte la vista pierde, y estoy decidida a no ser yo la que lo haga.  Pero mi decisión se revoca.


 Hay una regla no propiamente dicha: él que bese al otro pierde.


 Y antes de darme cuenta mis labios estan unidos a los suyos.



Capítulo 4: ¿Quién eres? No soy tú



Respiraciones nerviosas que se entrecortan. Yo agarro con firmeza su nuca acercándolo más y más a mí. Él acaricia mi mejilla con el golpe marcado sin hacerme daño, pero con un contacto único. Su otra mano recorre mi espalda hasta llegar a mi cintura. Y, a pesar de la presión de sus manos gélidas al rozar mi piel, lo que más me frusta son sus labios. Inseguros, pero decididos a la vez. Porque ambos sabemos que esto esta mal. Pero él me desea. Y yo, desde hace algunas horas, desde mi primera noche heladora en el cobertizo, también. Todas mis terminaciones nerviosas se van congelando al descubrir la realidad de mis actos. Estoy besandome con Benny. Benny Weir me está besando. Estoy rompiendo una de las más importantes normas en el internado Grey Lion. Hata hace dos días odiaba la idea de enamorarse y los besos me repujnaban. La noche anterior había sido la más dura y complicada de mi vida, me sentía demasiado incómoda, demasiado cercana a Benny, demasiado juntos... Sin embargo... ahora quiero más de él. Y busco sus labios. Y busco sus besos. Y cuando los encuentro, quiero más. Entonces, la única cosa que podría hacerme dejar de besar a Benny en esos momentos aparece de la nada, tras un giro de llave, tras abrir la puerta. Menos mal que hemos sabido detenernos antes de que el conserje asomara la cabeza.

 -Tenéis un compañero de cobertizo. -dice con voz ronca y cansada.

 El que entra por la puerta no es ni más ni menos que Josh, le miro y le hago la ficha, está herido. Tiene un gran moratón en la mejilla izquierda y un ojo hinchadísimo, que no aguanta mucho tiempo abirto. Lleva una bolsa de hielo que se sujeta sobre su mano, tambien hinchada, derecha. Este chico no se pierde nunca una buena pelea.


 -¡Josh! ¿Qué te ha pasado? -me levantó a ayudarlo, al parecer tiene un eguince o algo así.

 -Podéis preguntárselo al chico que pegó, está en el hospital. -dice el conserje gruñendo, entonces lanza un bufido y se va cerrando la puerta con llave.También creo oír un candado. Al parecer piensa que alguno puede escaparse.

 -Me he pegado con Luke Adams.

 -¿Con el burro ese? - le pregunto con precaución, procurando no chillar demasiado, pero sueno muy desesparada, y lo estoy. 


-¿Y le has mandado al hospital? -pregunta Benny icrédulo. Le dirijo una mirada envenenada. Porque no es el momento. Es decir, nos acabamos de besar y según él, y medio internado somos MUY amigos Josh y yo... Simplemente, no sé adonde quiere llegan con eso. Él se encoje de hombros evitando mirarme a los ojos. 

 -Y si no nos interrumpen, le mando directo a la tumba.

 -Das miedo, Josh. -le digo con una sonrisa. Aunque oculte una verdadera cara de susto, porque le noto muy diferente. Este no es mi Josh, este chico está más violento que nunca, enfurecido, también.

 Benny y yo dejamos que Josh nos cuente lo que ha sucedido hace apenas dos horas en el internado, justo cuando el conserje nos ha llevado hasta nuestro hogar nocturno, por llamarlo de algún modo. Al parecer, Josh iba caminando hacia la biblioteca, en sus pensamientos ensismados. Pero el pasillo estaba recién fregado, así que le ordenaron dar una vuelta alrededor del instituto para entrar por la otra puerta. Total, que juesto en la zona de atrás del instituto había un grupo de chicos, entre ellos Luke, estaban todos borrachos.

 -No sé ni como habían conseguido el alcohol, ni como estaban pasando desapercibidos con la escandalera que tenían montada allí atrás - continua Josh-. Lo único que sé es que Luke comenzó a vacilarme y no puede bloquear el puñetazo que mi mano estaba cargando... 

 -¿Qué te dijo? - le pregunta Benny. Y yo vuelvo a mirar a sus ojos azules replicándole que no sea tan entrometido, pero él sigue sin hacerme caso. Me da a mí que aguna neurona se nos ha roto con el beso, pero algo a quebrado, y es irreparable.

 -Me preguntó por tí- me señala y yo arqueo una ceja -Bueno, más bien dijo: Oye, ¿dónde esta tu novia? Quiero que vea lo que es un tío de verdad.

 Puede que esa frase sea muy indiscreta, y tendría que producirme arcadas sus palabras sobre mí Y sobre que quiere que le pruebe, que pruebe a ``un tío de verdad´´ pero lo único que se me graba de esa frase es ``¿Dónde está tu novia?´´ y me lo repíto analizando cada una de las palabras. Novia. Novia. Novia. Entonces algo me llega de golpe. ¿Desde cuando me pasa esto? ¿Desde cuando estoy aquí? ¿Que ha pasado conmigo, o con lo que yo era antes? No me reconozco. 

 -Oye Laia, ¿estás bien? - me pregunta Josh, preocupado- te veo pálida.

 -Sí... estoy... bien...


 -Vale - dice bostezando - Vamos a dormir.

 Supongo que ha decidido por su cuenta que yo esté acurrucada a él y no a Benny, porque supuestamente debería ser así. Pero lo normal ya no es normal. Me falta algo sintiéndo el calor de los brazos de Josh. Abrazándome. Puede que para él no significa nada. Pero para mí, mucho. Escucho a Benny tiritar, puede que de frío o, de también faltarle algo, probablemente lo mismo que yo. Resulta muy gracioso lo mucho que ayer me incomodaba estar cerca de él y lo que hoy lo necesito a mi lado.

 ``Bien Laia´´ pienso para mis adentros. ``Será una noche... interesante´´.

 Y escucho atentamente el silencio. Pero en lugar de eso, Josh me susurra al oído:

 -No le pegué porque me vacilara, sino por lo que dijo sobre tí. -su aliento huele a menta. - Tú eres mi mejor amiga, y no puedo permitir que hablen así de ti. Y tampoco insinuar que tu y yo... bueno,.... - titubea.

 -No hace falta que lo digas. - le contesto seriamente.

 Me mira a los ojos. Le miro, hasta que se queda profundamente dormido y soy capaz de zafarme de su estrecho abrazo. ``Lo siento, Josh´´ es lo que pienso al mirarlo, ahí tumbado. Me acerco sigilosamente a sofá de Benny, no sin antes percibir, que está despierto, abre los ojos y me mira.

 -¿Puedo... tumbarme?

 -Puedes tumbarte. -me da un tierno beso en los labios. Pero no me da tiempo a justificar sus actos. El puñetazo que le da Josh en la cara es insalvable.


Capítulo 5: Dos gotas de agua



Benny cae hacia atrás cuando el golpe impacta en su rostro, se queda tumbado en el sofá, en algún estado intermedio del K.O y la inconsciencia. Miro asustada en dirección del agresor. Josh no se digna a mirarme, es conscviente de sus actos. De que acaba de herir a un chico sin haberle echo nade, de que ha metido la pata hasta el fondo, de que la ha cagado. Todo se desvanece por unos instantes, y mi mente tiene el tiempo suficiente para dividirse en dos. Mi primer yo mira y contempla el golpeado rostro de Benny, con los ojos cerrados, en otro mundo, con sangre de un vñivido rojo borboteándole del labio inferior y el moratón, el enorme moraton en su mejilla, está mucho peor que el reglazo que la profesora de historia me dio a mí. Pero mi segundo yo interior no puede evitar mirar al desconocido que ha dejado esas heridas en Benny, no es Josh.. No, definitivamente ése de ahí no es mi Josh, el simpático chico de siempre, aquel que se lleva bien con todo el mundo. CRUDA MENTIRA. ¿Qué le ha pasado a aquel chico que se convirtió en mi mejor amigo? 

 Tardó un buen rato en reaccionar, y cuando lo hago, exploto de una forma bastante agresiva. Agarro los hombros de Josh, con lágrimas en los ojos mientras chillo y digo tonterías al azar, palabras sin sentido,. sin llegar a entender nada en realidad.

 -Josh, ¡¿Por qué?! - chillo con todas mis fuerzas- . ¡¿Por qué lo has echo?! ¿Quié eres?... Josh, josh - mi voz se va debilitando, hasta llegar al susurro -  No lo entiendo, no entiendo nada.... no entiendo por qué... que el lo que te ha pasado, porque ya no eres tú...

 -Laia... - comienza a decirme con culpabilidad-. Lo siento, no he podido... no he sabido controlarme, eso es todo.

 No le respondo, pues salta al ataque de nuevo mi primer yo. Me arrodilo en el suelo, frente a Benny aún inconsciente pero comenzando a tiritar, tiene frío, otra vez. Josh se sienta en el sillón y observa ausente, veo por sus ojos que ni él mismo se reconoce, y se qsiente MUY mal... Pero lo que yo tengo que hacer ahora es más importante. Me levanto y busco entre los productes de limpieza viejos y llenos de polvo algo para curar a Benny, sin ningún resultado satisfactorio. Sólo lejía, quitamanchas, una fregona y una escoba rota, entonces se me ocurre una idea que me puede meter en un buen lío, pero, que al fin y al vabo, es una buena idea, sólo necesito algo que me ayude a cavar un agujero, abrir la puerta, un agujero en el techo, cualquier cosa para sali afuera, al frío nocturno y usar nieve para bajar la inflamación. Quizá con el palo de la escoba podría golpear el techo hasta abrir un agujero, pues el cobertizo tiene paredes construidas con viejas ramas, no muy difíciles de romper. Pruebo una, dos, y así hasta decenas de golpecitos en el techo. Me doy cuenta de que no tengo una descomunal fuerza sobre humana justo antes de que Josh me quite la escoba de las manos y dé un fuerte golpe en una de las pardes, en una esquina que cruza con el suelo y se abra un pequeño agujero por el que se cuela una montañita de nieve. Me mira sin ninguna expresión en su rostro y tira descuidadamente el palo al otro lado de la habitación. 

 Le miro desconcertada, Hace un rato no tenía suficiente dignidad ni para disculparse en vez de enrollarse con las palabras y ahora me quería ayudar a curar al chico al que él ha pegado... Cojo un trapo lleno de polvo de la estantería y lo sacudo, entonces lo lleno de nieve y llego a ponerselo en el rostro a Benny a medida que recupera la consciencia. Conforme va despertandose mentalmente comienza a quejarse, le duele bastante y no me extraña. Le ha pegado el increíble Josh que ha abierto un agujero en una pared de madera.

 -¿Laia? - me susurra confuso -. ¿Que ha pasado? ¿ Me han golpeado? ¿Quién ha...? ¿Josh?

 Mira en su dirección y al cruzar sus miradas comienzo a comprender. Josh quizá tuviese una supuesta razón para pegar a Benny... el beso... Ese beso que me ha dado Benny... Esa afirmación para poder tumbarme con él. Una escena quizá muy empalagosa... Josh... Benny... Creo que comienzo a entenderlo...

 Y creo que yo soy la protagonista del problema.

 Del mismo problema que yo también tengo.


 Siempre dije que no era fan de los amoríos, de los besos, y de los cariñitos entre dos novios de no se qué, de no sé cuantos.


 Ya no puedo decir lo mismo. Vivo en un mundo paralelo, dónde el aceite y el agua se juntan y la cal y la arena son complíces. Vivo entre dos gotas de agua y yo soy el vaso.




Capítulo 6: El castigo



 Camino por la mañana, distraida, despacio. Sin ganas. Mirando hacia las baldosas grises del suelo, aún no han barrido por lo que veo. Es por la mañana, temprano, la directora nos ha mandado llamar. A Josh, Benny y a mí. Quizá para aumentarnos el castigo, o para expulsarnos, o quien sabe para qué... Pero seguro que para aLgo malo.


 Entramos los tres en el pequeño despacho de la Señorita Ridderford y nos sentamos, cada uno en una silla, yo en el medio.


 -Bien... - comienza a decir la mujer cuarentona, de repente, me señala con un fino dedo con una larga uña postiza.- Tu versión.


 Ahora no sé que hacer, nerviosa comienzo a sudar y me tiemblan las piernas. No puedo mentir y contar que Benny me había besado, pero tampoco quería culpar a mi mejor amigo aunque en realidad, sí tuviese la culpa. Estoy hecha un lío, y no sé que hacer. Hasta que se me ocurre una idea completamente disparatada.


 -Fue culpa mía. - me tiembla la voz - quería.... quería escaparme, ellos me dijeron que no lo hiciese y que me quedase dentro del cobertizo pero no les hice case. Así que rebusqué entre las cosas de limpieza algo para poder abrir un agujero en la pared y sin querer dí a Benny con una escoba.


 -¿Seguro? - pregunta incrédula la directora.


 -Miente - murmura Benny mientras agacha la cabeza. Yo le doy un codazo y él me mira con expresión seria.- ¿Qué? ¡No dejaré que cargues con la culpa que no tienes!


 -¡Pero tampoco fue culpa tuya!


 -¡SILENCIO! ¿Josh? - dice preguntando a mi amigo. Él se encoje en el sitio.


 -Yo... ¡Fui el culpable! Estaba furioso, y pegué a Benny. -dice con culpabilidad.


 -Debido a que no os ponéis de acuerdo unos con otros, estáis todos castigados. Más aún de lo que estabais antes. Por turnos pinaréis los mueros del orfanato, dormiréis en el cobertizo el resto del mes, limpiaréis los establos y las clases cuando acabe la joranada escolar. Todo el mes - senteció con voz firme.


 Y yo paralizada miré a los dos chicos, esperando la confirmación de que su disputa no acabó con el puñetazo de la pasada noche.




Capítulo 7: Infancia

 Frotando el lavabo, frotando las puertas, fronrando hasta las últimas esquinas de las duchas. Limpiando cualquier rastro, pisada o mancha que nos encontremos por el camino. Benny, Josh y yo estamos castigados todo el mes. Tareas de limpieza, establos, pintar los muros del internado, arreglar el cobertizo y lo peor de todo, dormir en él.

 Empapo el rodillo de una pintura gris que huele fatal y lo escurro bien. Me dispongo a pintar el muro y me encuentro cara a cara con Josh. 

 -¿Quieres que te ayude? - me pregunta con voz ronca

 -¿No estabas con los establos?

 -He terminado allí.

 -Vale - respondo encogiéndome de hombros.

 ¿Qué es lo que ha pasado entre nosotros? Me da a mí que algo se ha apagado, se ha chamuscado o ha sido herido de gravedad. Creo que salió mejor parado Benny con un puñetazo en la cara, que yo, a la que le duele de verdad. Aunque por otro lado... ¿por qué lo hizo? No podrían haber sido celos porque... ¿Yo? ¿Cómo pueden pelearse dos chicos como Benny y Josh por mí? Podrían tener cualquier chica antes sus pies. Cualquiera. En cuánto a mis sentimientos... no puedo aclarar mi cabeza.

 -Josh.. quería preguntarte algo... -comencé a decir.

 -¿Sobre qué?

 -Sobre el...puñetazo. ¿Por qué lo hiciste?

 -Por... nada - suspiró - Laia, no quiero hablar sobre ello.

 -¿Por qué lo hiciste? -insistí con ganas.

 - Te contaré una historia. - se sentó en una roca del suelo y me hizo una seña para que me sentara -nadie sabrá que hemos tomado un pequeño descanso -sonrió. - Hace unos años yo era un cabezón, un críajo de doce años de edad cuando me pegué con Mark, ¿sabes que lleva coladito por tí desde qué te vió por primera vez?



 -Sí, sí que lo sé. No me lo recuerdes.

 -Con lo cual me pasé una semana en el cobertizo. Bueno, esa pelea fue por tí. Nada más entrar por la puerta, los dos te vimos. Vimos tu pelo rubio, por aquel entonces alisado. Tus ojos azul hielo.. Y tu... camiseta -rió a carcajadas. - Tu camiseta tan peculiar de Snoopy diciendo: Esto es horrible. -ah sí. Lo recuerdo, no entendía porque se rieron cuando me vieron con ella, pero al poco lo comprendí. Esto, este orfanato, es horrible. Le ví la gracia -Laia -hizo una pausa para mirarme.

 -¿Qué?

 -¿Recuerdas la segunda vez que me castigaron? Todos rumorean que me enrrollé con una chica.. es cierto, sí. Pero... no por lo que parece. Si lo hice fue... por tí, para darte celos. Verás Laia, desde que éramos pequeños, te ví y ya no pude apartar la mirada. Creo que estoy enamorado de ti.

 Silencio inquietante. Ninguno de los dos sabe que decir. El tiempo se detiene mientras nos miramos. Sin ser conscientes, de los ojos azul mar que nos observan a lo lejos. Testigos de mi beso con Josh.